
Durante su juventud, pasó algunos años en Inglaterra. Allí, entró en contacto con el mundo del ilusionismo, frecuentando el Egyptian Hall, una sala de variedades dirigida por el célebre Maskelyne.
Al regresar a París, quiso entrar en la escuela de Bellas Artes, ya que sentía una gran pasión por el dibujo. Sin embargo, su padre le obligó a participar en el negocio familiar del calzado, donde desarrollaría las habilidades mecánicas que luego le serían muy útiles.
Cuando su padre se retiró del negocio, Méliès se negó a continuar con la empresa familiar y compró el teatro Robert Houdin, del que era asiduo, en 1888. En él, desarrolló su labor como director de teatro y, demás, creó los decorados, trucos y maquinarias que necesitaban sus espectáculos de ilusionismo.

Unos meses más tarde, en abril de 1896, proyectó sus primeras películas en su teatro. Se trataba de documentales similares a los de los hermanos Lumière, con pequeñas escenas al aire libre. Pero su estilo evolucionó rápidamente, creando parecidos a sus espectáculos de ilusionismo.
George Méliès fue, sin lugar a dudas, el gran pionero del cine. Fue el primero en utilizar el truco de la sustitución de elementos mediante el parado de la cámara, en usar la exposición múltiple de negativo o doble sobreimpresión y en utilizar los fundidos en negro y desde negro. Invirtió una gran cantidad de su capital en la creación del que se considera el primer estudio cinematográfico. En él, usó múltiples mecanismos de puesta en escena, como la utilización de elementos mecánicos para ocultar zonas de sol o el uso de trampillas.

Durante su carrera cinematográfica, creó unas quinientas películas. Pero la paulatina transformación de la industria, monopolizada en Estados Unidos por Edison y en Francia por Pathé, junto con la proximidad de la Primera Guerra Mundial, hicieron que su negocio declinase y, en 1913, Méliès se retiró del mundo del cine.
Aunque, hacia 1925 su obra fué descubierta por la vanguardia cinematográfica francesa, y en especial por la corriente surrealista, recibiendo la Legión de Honor en 1931 por toda su trayectoria, Méliès no volvió a dedicarse al cine.
Y, sin más, os dejo con Voyage dans la lune.
Qué faena la de los técnicos al servicio de Thomas Edison. El único consuelo es que al menos vivió lo suficiente para recibir la Legión de Honor, pero es una lástima que el talento tenga a veces que tirar la toalla ante tanta adversidad.
ResponderEliminarFeliz día
Bisous
La verdad es que lo de los técnicos al servicio de Edison fue un gran revés. Pero lo más penoso es que no es el primer y último caso en el que un genio copia a otro...
ResponderEliminar